“Nos ha costado poco olvidar el esfuerzo que debemos hacer para comunicar a nuestros hijos las aversiones que nos constituyen, que hicieron de nosotros seres humanos. Nuestros hijos, por sí mismos, no comparten nuestras reacciones. Puede que no les guste un alimento y lo rechacen. Pero hemos de enseñarles mediante un lenguaje de gestos y, si hace falta, mediante la violencia, la extraña aberración que es el asco, que nos afecta hasta el punto de hacernos desfallecer, y
cuyo contagio ha llegado a nosotros desde los primeros hombres. Nos ha llegado a través de innumerables generaciones de niños regañados”.
(G. Bataille, en referencia a la náusea, en “El erotismo”, Primera parte: “Lo prohibido y la transgresión”)
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